Avatares en Sefarad

ó judíos en España

Hace casi ochenta años se liberaba Auschwitz y por eso se celebra el día internacional en memoria de las Víctimas del Holocausto un 27 de enero. Días como ese nos hace pensar en el pueblo judío y en la diáspora en la que siempre ha vivido. En este breve artículo veremos muy por encima cómo llegaron los judíos a España.

Los judíos en España siempre han sido una pieza clave en el desarrollo de la historia medieval, más aún en ciudades como Toledo donde se fundían diversas culturas y convivían (en mayor ó menor paz). Esta convivencia (entendida como vivir en compañía más que la coexistencia armoniosa) de los judíos con el resto (desde romanos hasta cristianos) tiene un origen que cambia dependiendo de la fuente que usemos. Como en todo, a quién preguntar es determinante.

Si atendemos únicamente a la arqueología las primeras evidencias de judíos en la Península Ibérica están entre los siglos I aC y I AD. Se tratan de unas monedas encontradas en el entorno de la actual Ampurias, pero esto no es una evidencia del todo certera de que ya en esas épocas hubiera judíos allí. De hecho lo más probable es que no hubiera y que esas monedas hayan llegado a la zona de forma indirecta al ser llevadas por mercaderes griegos. Tendríamos que avanzar hasta el siglo II AD para encontrar restos que nos inspiren una confianza más solida, en concreto un epígrafe funerario encontrado en Mérida. Tras este descubrimiento hubo otros dos más del siglo III en Adra y Villamesías, pero estos últimos actualmente están desaparecidos.

Epigrafe de Iustinus

Además de restos arqueológicos hay muestras escritas (ciertas ó no) de la presencia, ó el ánimo de estar, en el Sefarad de la comunidad judía. Hay múltiples ejemplos que nos lleva a pensar eso pero posiblemente el más llamativo es el que se relaciona con las campañas bíblicas de Nabuconodosor que provocaron una primera diáspora que llegaría hasta la actual España. También de la Biblia se habla de la intención de Pablo de predicar en España después de terminar en Jerusalem. 

Todo esto nos lleva hacia una dirección ¿Por qué los judíos buscan justificaciones para estar en la Península Ibérica desde tan pronto? La respuesta es incierta y posiblemente toda especulación nos puede llevar en mayor ó menor medida a una respuesta errónea, sin embargo la que más aceptación tiene en general es la idea de que estas versiones bíblicas están muy forzadas para proteger a los sefardíes durante los años más crudos de antisemitismo medieval.

guia javi sefarad
Detalle del Arco de Tito conmemorando la Primera Guerra Judeo-romana

Aunque todo lo anterior tenga indicios de veracidad de una u otra forma, como bien expresa Aristóteles en su Ética a Nicómaco, la virtud (areté) está en el justo medio y posiblemente no sea ni el siglo VI aC ni el II AD sino que en algún momento de esa horquilla de tiempo. Esta diáspora sería lenta y constante y sufriría una gran aceleración a finales del siglo I AD con el Sitio de Jerusalem y la Primera Guerra Judeo-romana. 

«estas versiones bíblicas están muy forzadas para proteger a los sefardíes durante los años más crudos de antisemitismo medieval»

La llegada fue incierta pero la expulsión está mucho mejor documentada, promulgada el 31 de marzo y nunca más tarde del 2 de agosto de 1492. Evidentemente muchos se quedaron cubriendo sus vidas con un figurado velo que los protegía de la sociedad. Los judíos estuvieron en su tierra cerca de quince siglos y el haber estado tanto tiempo muchas veces creaba grandes lazos incluso saltando el límite que establecía la religión.

Uno de estos lazos se da en la localidad toledana de Maqueda. En ella sucedió un hecho que no se relata en ninguna biblia pero que de verdad muestra el día a día de la historia y que va más allá de los grandes enunciados de los libros. El hecho fue que el Cto. de Sto. Domingo el Antiguo de Toledo tenía unas tierras arrendadas a unos judíos de la villa citada anteriormente, sin embargo, por un problema de pagos y demás, se les puso una multa a los arrendadores.

Estos arrendadores eran judíos y habían estado trabajando esas tierras durante años. Ellos habían invertido muchos de sus beneficios en mejorar la parcela. Lo que nos llama enormemente la atención sobre estos vínculos entre personas (sin atender a religiones) es que la abadesa del monasterio les eximió de parte de la multa por esas mejoras de la finca. Sería un pensamiento lógico, pero lo peculiar es que este problema se denunció y resolvió en el tiempo entre la promulgación y el fin de plazo de la expulsión. Hay que atender que la situación de esa época posiblemente sería de un fuerte antisemitismo que podría haber usado el monasterio para sacar partido de la situación.

En cualquier caso la historia de la llegada, estancia y expulsión de los judíos de España nos hace siempre tener presente que la veracidad de todo lo que creemos no es absoluta y nos obliga a estar pendientes, a los que trabajamos con la Historia, de que cualquier novedad tiene el potencial de cambiar de forma radical nuestra comprensión del pasado.